Sobre la extraña experiencia de la imposibilidad,
el hombre construye su saber,
su ser hombre.
Poblado de silencios sin nombre,
agobiado por el yugo omnisciente
de la adversidad,
se forja un destino tan incierto
como su propia naturaleza
y en eso no se contradice,
nace, vive y muere
en el abismo fecundo
de las incertezas,
es capaz de gozar
lo que no padece,
de nutrirse hasta su raíz
de los retazos que el dolor
no llega a corroer,
y el cuerpo que a veces
parece desflorarse,
abrirse,
estallar en carne,
el cuerpo a veces habla
con su padecimiento,
narra un grito sublime,
adverbia la contradicción,
la purifica,
y traduce el sosiego
vergonzoso,
lo trasciende,
convoca la vida.